El bautismo
UN baño de regeneración
«Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Mateo 28, 19
BAUTISMO
Dice san Gregorio Nacianceno que el Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios. Lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real; iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios.»
Testimonio del bautismo católico
LA HISTORIA DEL ACTOR SAN GINÉS
De idólatra a mártir en un solo día
Roma, 15 de agosto del año 303 d.C.
El emperador Diocleciano acude a una función teatral en donde se iba a representar una parodia del cristianismo, esa nueva religión que tanto detestaba. El autor de la obra es también su actor principal, Ginés, un famoso cómico de la época que pretendía, por medio del teatro, adoctrinar a las masas en contra de esa absurda creencia popular que tanto daño estaba haciendo a la floreciente ciudad de Roma.
Todo está preparado. El Emperador ocupa su lugar, y Ginés hace acto de aparición en el escenario. El protagonista finge estar enfermo de muerte, cae al suelo y pide ser bautizado. Aparece en escena un supuesto sacerdote que, de forma grotesca y burlona, lo bautiza usando exactamente los mismos medios y las mismas palabras que usa la Iglesia para bautizar. Todo el público se echa a reír cuando el supuesto sacerdote vierte agua sobre la cabeza de Ginés. La escena les parece ridícula.
Sin embargo, algo ocurrió en ese preciso instante. Nadie se dio cuenta, pero cuando Ginés se levantó del suelo no parecía el mismo. Para sorpresa de todos, se dirigió al emperador Diocleciano, aquel mismo que ya había iniciado la persecución más sangrienta de la historia del cristianismo, y declaró que mientras el actor-sacerdote vertía agua sobre su cabeza, las puertas del Cielo se abrieron y un rayo de luz cayó sobre él. Dijo que en ese momento sintió una paz indescriptible en su corazón, pues vio cómo sus pecados se alejaban se él y sintió que su alma se purificaba. Dijo que vio a un ángel extendiendo sus alas, descendiendo suavemente hacia él. Él contuvo la respiración y cerró los ojos, pues pensó que estaba soñando, pero, al abrir los ojos, el ángel seguía allí, flotando en el aire. En su mano sostenía un pergamino en el que podía leer todos los pecados que había cometido en su vida, pero todos estos pecados fueron desapareciendo hasta quedar totalmente limpio. El ángel le aseguró que todos habían sido borrados, y que su alma estaba perfectamente limpia ante Dios. Sintió tal paz que pensó que si moría en ese momento sería feliz.
Después de la visión, Ginés confesó haber blasfemado contra el Dios del Cielo y se declaró cristiano delante del emperador y de todos los presentes.
Ante semejante declaración, tanto el emperador como todo el público asistente pensaron que todo hacía parte de la comedia, pero enseguida se dieron cuenta de que Ginés ya no estaba bromeando. Su mismo aspecto había cambiado y casi parecía otro. El emperador se enfureció y ordenó que allí mismo le fueran arrancadas sus vestiduras y que fuera azotado con látigos y palos. Ginés no cambió de parecer a pesar de la paliza, de modo que el emperador, aún más enfurecido, ordenó que lo encarcelaran y que lo siguieran torturando día tras día hasta que renegase de su recién adquirida fe.
Ginés soportó en su carne todas las crueldades que el emperador cargaba sobre él, pues no renegó jamás de la visión que había tenido ni de la fe en Jesucristo. El prefecto Plautinus, encargado de su caso, informó al emperador de su negativa a apostatar, de modo que el emperador ordenó la decapitación del actor Ginés.
Y así fue cómo Ginés, actor romano, pasó de la tierra al Cielo como mártir de Jesucristo para toda la eternidad. Hoy en día, San Ginés ha sido reconocido por la Iglesia Católica como patrono de los actores.
Nota: El famoso historiador eclesiástico Louis-Sébastien Nain de Tillemont (1637 – 1698), conocido por su precisión, detalle y conciencia, aceptó la autenticidad de las Actas en su obra Mémoires pour servir á l’histoire ecclésiastique des six premiers siècles. Artículo completo aquí.
El bautismo no es una formalidad. Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. Un niño bautizado o un niño no bautizado no es lo mismo.
Papa Francisco
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