Web SMA

ORDEN SACERDOTAL

ACTUAR EN NOMBRE DE CRISTO

Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.»

Lucas 22, 19

Testimonio de la grandeza del sacerdocio

Un mendigo confiesa al Papa Juan Pablo II

Recuperó su dignidad después de haber abandonado su ministerio

En cierta ocasión, un obispo de los Estados Unidos, que se encontraba por Roma, se disponía a rezar en una parroquia de la capital italiana cuando, al entrar en ella, se encontró con un mendigo. Al verlo pasó de largo, pero le iba dando vueltas a la cara de esa persona hasta que se dio cuenta de que le conocía. Hace años habían sido compañeros en el seminario y se habían ordenado el mismo día. Volvió hacía él, le saludó y le preguntó qué le había ocurrido. Éste le dijo que había perdido su vocación y la fe.


Al día siguiente, este sacerdote estadounidense participaba en un encuentro privado con Juan Pablo II y cuando le tocó el turno para saludarle no pudo dejar de contarle lo que le había ocurrido en la víspera. El Papa se preocupó por la situación e invitó a este cura y al mendigo a cenar con él.

Juan Pablo II y el mendigo

«Una vez sacerdote, siempre sacerdote»

Tras proporcionarle ropa limpia y aseo, ambos acudieron al encuentro con el Santo Padre. Terminada la cena, el Papa pidió al obispo que les dejara solos. Entonces le pidió al mendigo que escuchara su confesión. Este se quedó estupefacto y le dijo que ya no era sacerdote. “Una vez sacerdote, sacerdote siempre”, le contestó el Papa. Sin embargo, éste insistió y le dijo: “estoy privado de mi derecho a ser sacerdote”, pero Juan Pablo II le contestó que era “el Obispo de Roma y me puedo encargar de eso”.

 

Finalmente, el mendigo confesó al Papa y viceversa. El sacerdote sin fe lloró amargamente, y el santo le dijo: “¿Ves la grandeza del sacerdocio? No la desfigures”. Al salir de ese encuentro con su vocación sacerdotal renovada, el Santo Padre le envió a la parroquia en la que pedía limosna y le nombró asistente y encargado de la atención de los mendigos.

Rehusó ser sacerdote, por considerarse indigno

SACERDOTE DE CRISTO

"El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote»
San Francisco de Asís
Fundador de los Franciscanos

¿Tienes inquietudes vocacionales?

Puedes ponerte en contacto con nosotros