UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
¡SANAD A LOS ENFERMOS!
"Está enfermo alguno de vosotros? Que llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor.»
Santiago 5, 14
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
Junto con la confesión y la eucaristía, hace parte de los sacramentos de que nos ayudan y nos preparan de manera especial para entrar en nuestra morada definitiva: el paraíso. Como es un sacramento algo más desconocido, vamos a responder algunas preguntas frecuentes.
Preguntas frecuentes
El sacramento de la salud y la fortaleza
Sobre la enfermedad
¡Claro que no! Dice la Sagrada Escritura que «Dios no hizo la muerte ni se complace en la destrucción de los vivientes. Él todo lo hizo para que subsistiera. Las criaturas son saludables. No hay en las criaturas veneno de muerte». (Sab 1, 13)
La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre uno mismo y a veces, incluso, a la desesperación y a la rebelión contra Dios…
… pero la enfermedad también puede hacer a la persona más madura y ayudarla a comprender qué es lo verdaderamente importante en la vida. Mucha gente volvió a Dios gracias, precisamente, a una enfermedad, y eso es bueno, porque es mejor estar enfermo, pero cerca de Dios, que estar sano y alejado de Dios.
¡Claro que no! Jesús sintió especial compasión hacia el dolor y la enfermedad, hasta el punto de que no sólo curó a muchos enfermos, sino que, como dice la Escritura, cargó sobre sí todas nuestras dolencias y soportó todas nuestras enfermedades (Cfr. Is 53, 4). Jesús sufrió voluntariamente la Pasión, precisamente para que nosotros tengamos vida, y vida en abundancia (Cfr. Jn 10, 11).
El sufrimiento es una prueba muy dura a la que el ser humano está sometido, pero no podemos olvidar que Dios nunca quiere el mal, de modo que si lo permite es porque de él puede sacar siempre algo bueno.
¿Qué tuvo de bueno el sufrimiento de Jesús? Pues que su muerte abrió las puertas del cielo para todos nosotros. ¿Hay algo mejor que eso?
De manera similar, cuando nosotros unimos nuestros sufrimientos a la pasión de Jesús, estamos también abriendo las puertas del cielo para que entren muchas almas. De esta manera, logramos parecernos a Él, de tal forma que el Padre, cuando nos vea, podrá decirnos lo mismo que le dijo a Él: «este es mi hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3, 17).
Y así entraremos nosotros también al paraíso.
Sobre el sacramento
Como todos los sacramentos, la unción de los enfermos lo instituyó el mismo Jesús. Dice el Evangelio que los apóstoles «ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban» (Mc 6,12-13) y el propio Jesús dijo que «en mi nombre impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien» (Mc 16, 17-18).
Jesús cura siempre la peor de las enfermedades, que es el pecado, la rebelión contra Dios, si es que la persona se arrepiente. En cuanto a la enfermedad física, Jesús curó a muchos enfermos, pero a otros muchos no los curó, y es que las curaciones milagrosas eran signos de la venida del Reino de Dios, el cual todavía no se ha manifestado plenamente. Por eso dice la Escritura que, en el mundo futuro, Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap 21, 4).
¡No! El sacramento de la unción de los enfermos está destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad, no sólo a los que están en peligro inminente de muerte; y si el enfermo se sana, puede volver a recibirlo en otra ocasión.
¡Para muchas cosas!
- Da consuelo, paz y ánimo para afrontar la enfermedad.
- Renueva la confianza en Dios y defiende de las tentaciones del maligno, sobre todo la tentación del desánimo y de la angustia ante la muerte.
- Si Jesús nos salvó gracias a su dolor, también nuestro sufrimiento servirá para salvar a muchas almas.
- Gracias al sacramento, toda la Iglesia universal intercede por el enfermo, y éste contribuye a la santificación de la Iglesia. Esto es la comunión de los santos.
- Nos ayuda a prepararnos para el tránsito a la eternidad.