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LA CONFESIÓN

quitarse un peso de encima

Jesús les dijo: «a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

Juan 20, 22-23

EL FILÁNTROPO Y EL HOSPITAL

 

Imaginemos a un gran filántropo que quiere construir un hospital para ayudar a los niños con cáncer. Se pone en contacto con un arquitecto para que elabore los planos del proyecto y contrata a una empresa experta en construcción para que lo lleve a cabo. Todo debería ir bien, y el hospital debería quedar construido en el plazo fijado, pero resulta que el arquitecto, en vez de centrarse en su trabajo, se queda con parte del dinero y se compra un coche deportivo con los fondos que recibió del filántropo; y la empresa constructora, en vez de ponerse manos a la obra, se queda también con parte del dinero y lo invierte en bolsa para obtener beneficios para su empresa. Al final, el hospital se queda sin construir y los niños se quedan sin recibir el auxilio que necesitaban. 

 

Esta pequeña historia nos muestra con claridad lo que es el pecado y por qué es tan grave. El pecado no es más que un abuso de la libertad que Dios nos ha dado, de manera que en vez de usarla para colaborar con Él en todo el bien que Él quiere hacer, la usamos para nuestro propio beneficio, olvidándonos de Él. Cuando hacemos eso frustramos el proyecto de Dios, y la obra buena que Él quería llevar a cabo se queda sin hacer. 

 

He ahí el pecado y por qué ofende tanto a Dios: porque Él quiere hacer el bien, pero nosotros muchas veces se lo impedimos, haciéndonos daño a nosotros mismos y a los demás. Por eso dice el apóstol Santiago en su carta que «el que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado» (San 4, 17). 

 

Pero podemos estar tranquilos, porque el pecado no tiene la última palabra…

 

¡No pasa nada! Dios perdona los pecados.

«Todo se les podrá perdonar a los hombres» (Mt 12, 31)

Dios conoce nuestra condición. Sabe que somos frágiles y que muchas veces preferimos mirar hacia otro lado y elegir nuestro propio bien por encima del bien de los demás. 


En el ejemplo anterior, Dios entendería que el arquitecto se hubiese comprado un coche deportivo, porque sabe que eso es algo muy seductor para alguien que aspira a tener éxito, pero sin duda esperaría que, cuando se hubiese dado cuenta de que tantos niños se quedaron sin hospital por su culpa, se arrepintiese de su mala conducta, pidiera perdón, vendiera el coche e inmediatamente se pusiera manos a la obra con los planos. Eso sería lo normal. 


Pues la confesión no es más que eso. Darnos cuenta de que hay veces en las que no actuamos bien y que lo normal es arrepentirse, pedir perdón y tratar de enmendar la situación.


Si hacemos eso, experimentaremos el abrazo amoroso de Dios, pero como Dios no tiene brazos, por eso ha puesto a los sacerdotes, para que sean ellos los que, de parte de Dios, nos den su abrazo. 



«La confesión no es una sala de torturas. No vamos a confesarnos como unos castigados que deben humillarse, sino como hijos que corren a recibir el abrazo del Padre»

Testimonio de confesión

P. Mike Schmitz: La confesión es el lugar de la victoria, porque allí es donde Dios recupera a sus hijos

El pecado hace infeliz al hombre

Los 10 mandamientos: el GPS de Dios

Disculpe, caballero: ¿Por dónde se va al Cielo?

Imaginemos que nos han invitado a una boda a un pequeño pueblo del sur de España al que nunca hemos ido. Como no sabemos ir, ponemos el GPS, que nos va indicando el camino y que nos avisa si nos pasamos el límite de velocidad. Al final, siguiendo las indicaciones, llegamos al destino.

 

En esta escena, ¿a alguien se le ocurriría decir que el GPS nos obligó a ir por una determinada ruta, o que nos impuso una determinada conducta? Pues ¡claro que no! porque entendemos que el GPS ha supuesto una ayuda inestimable para ayudarnos alcanzar nuestro destino.

 

Pues bien, con Dios ocurre lo mismo. Él quiere llevarnos a todos al Cielo, pero resulta que nosotros no sabemos ir. Por eso, Él nos ha dado unas indicaciones seguras que, si las seguimos, nos llevarán a nuestro destino, y esas indicaciones son los 10 mandamientos. 

 

Los 10 mandamientos no son imposiciones de un Dios cruel que quiere amargarnos la vida, coartando nuestra libertad, sino que son las instrucciones de uso de nuestra alma. Dios escribió en piedra lo que ya estaba escrito en nuestros corazones, de modo que, si le hacemos caso, viviremos en paz y seremos felices en el cielo, pero si ignoramos lo que nos dice, podemos desviaremos del camino… ¿y quién quiere perderse cuando se trata de ir al Cielo?

SIEMPRE DISPONIBLES

En nuestra parroquia hay siempre un sacerdote disponible para la confesión media hora antes de cada misa.