El Santo Rosario
El Rosario es más poderoso que la bomba atómica
El Milagro de Hiroshima
6 de agosto. La Iglesia universal celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor, pero el mundo no está de fiesta… el mundo está en guerra.
Estamos en el año 1945 y la Segunda Guerra Mundial se encuentra en el vértice de su poder destructor. Después de la Gran Guerra, acaecida a principios de siglo, el mundo no se esperaba que estallara otra guerra mundial; sin embargo, muchos años antes, en 1917, los tres pastorcitos de Fátima que aseguraron haber visto a la Virgen María, habían comunicado al mundo un mensaje recibido de parte de la Madre de Dios que les anunciaba que debían rezar el rosario con insistencia para que la guerra terminase pronto, pero que si el mundo no regresaba a Dios y le pedía su protección, una guerra peor estallaría durante el papado de Pío XI.
Los niños acogieron el mensaje de la Virgen y rezaron el Rosario con insistencia, pidiendo el fin de la guerra, y ésta terminó un año después de las apariciones. Sin embargo, el mundo no acogió el mensaje de la Virgen, de modo que años más tarde comenzó la Segunda Guerra Mundial, tal y como lo habían predicho los tres niños.
Así las cosas, en agosto de 1945, el poder destructor del ser humano llegó a su culmen, pues los aliados decidieron llevar a cabo un ataque contra uno de los centros de operaciones más importantes de las potencias del eje: la ciudad japonesa de Hiroshima. Este ataque debía ser definitivo, pues los E.E.U.U., que habían decidido entrar en el conflicto después del ataque por parte de Japón a la isla hawaiana de Pearl Harbor, querían demostrar su poder y dar un carpetazo definitivo sobre la mesa. Para ello habían diseñado un arma nunca antes vista por la humanidad; un arma con un poder destructor tal, que nada podía sobrevivir a ella: la bomba atómica.
El ataque se llevó a cabo el 6 de agosto de 1945. El avión norteamericano Enola Gay despegó de la base aérea norteamericana a primera hora de la mañana con destino Japón. Una vez alcanzado su destino, y sobrevolando la ciudad japonesa a unos 600 metros de altura, lanzó la temida bomba bautizada como Little Boy.
El impacto fue indescriptible. La bomba, de 16 kilotones de potencia, explotó alcanzando temperaturas de varios miles de grados centígrados, abrasando todo lo que encontraba a su paso. Murieron cientos de miles de personas, y la ciudad quedó reducida a un montón de ruinas humeantes. El ataque había sido un éxito. La ciudad de Hiroshima había quedado totalmente destruida, y si algo hubiera conseguido salir con vida de allí, habría muerto en poco tiempo debido a la devastadora radiación producida a causa del impacto.
Sin embargo, a tan solo 1 kilómetro de distancia del epicentro del impacto, en medio de un montón de ruinas abrasadas por el fuego, un edificio permanecía misteriosamente en pie. Era una iglesia: la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. La escena es escalofriante.
Pero no sólo el edificio se encontraba misteriosamente en pie. En la casa parroquial vivía una pequeña comunidad de Padres Jesuítas, entre los que encontraban el Padre Hubert Schiffer, el Padre Hugo Lasalle, el Padre Wilhelm Kleinsorge y el Padre Hubert Cieslik. Todos ellos se encontraban en perfecto estado, con tan solo unos pocos arañazos producidos por la rotura de algunos cristales. ¿Cómo puede ser posible? — se preguntaron todos.
Estas cuatro personas fueron sometidas a todo tipo de exámenes por parte de médicos y científicos, pero nadie fue capaz de aportar una explicación médica o científica que explicara cómo podían haber permanecido con vida después de explosión atómica. En cualquier caso, los médicos les anunciaron que, aun a pesar de haber sobrevivido a la explosión, sin duda morirían en poco tiempo a causa de la radiación producida por la bomba, pero tampoco fue así. Todos ellos alcanzaron una saludable vejez, sin ningún efecto de radiación en sus cuerpos, y sin haber sufrido pérdida de oído o de visión.
El P. Schiffer tenía 30 años cuando explotó la bomba atómica en esa ciudad y vivió otros 33 años más después de la explosión. Él narró sus experiencias en Hiroshima durante el Congreso Eucarístico que se llevó a cabo en Filadelfia (E.E.U.U.) en 1976. Dijo: «Yo estuve en medio de la explosión de la bomba atómica, pero estoy aquí todavía, vivo y a salvo». En ese entonces, los ocho miembros de la comunidad Jesuita estaban también vivos todavía.
El Padre Schiffer fue examinado e interrogado por más de 200 científicos a lo largo de su vida, pero nadie fue capaz de explicar como él y sus compañeros habían sobrevivido a la bomba atómica, y cómo podía haber permanecido en pie el edificio en el que se encontraban. Interrogado al respecto, él lo atribuyó a la protección de la Virgen María y dijo que quizá había una cosa diferente que se hacía en aquella casa, que no se hacía en las demás. Dijo:
«En esa casa vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el rosario todos los días».
Fuente: Aciprensa
Signo visible de la realidad invisible
El milagro de Hiroshima es un signo por medio del cual Dios, valiéndose de una realidad material y visible, nos quiere mostrar lo que ocurre en la realidad inmaterial e invisible, y es que todos en nuestras vidas experimentamos el desánimo, la tristeza, la rebelión o la angustia. Todos experimentamos grandes luchas, tribulaciones y tentaciones, que suponen una auténtica bomba atómica contra el alma. Pero Dios, que no abandona nunca a sus hijos, nos ha querido dejar un arma capaz de defendernos de todos esos ataques del enemigo, de tal manera que, a pesar de la virulencia de la explosión, nuestra alma pueda quedar, como la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción en Hiroshima, en pie.
Esta arma es el Santo Rosario, como así nos lo recuerda nuestro Papa Francisco.
El Santo Rosario es un arma poderosa contra el mal y un medio eficaz para obtener la verdadera paz en nuestros corazones
Ahora y en la hora de nuestra muerte
Testimonios del poder del Rosario
Ella le pidió a la Virgen un marido, y Dios, en sueños, le mostró a él cuál iba a ser su mujer.
«Decir el rosario juntos sigue siendo uno de mis recuerdos familiares más preciados».
El Rosario es una devoción de gran provecho espiritual, queda claro, pero muchas personas lo consideran largo, tedioso y demasiado repetitivo; algo apto sólo para gente que no tiene otra cosa que hacer en todo el día.
Si tú también piensas que no tienes tiempo para rezar el rosario, presta atención a la siguiente historia.
El banquero y el sacerdote
No tengo tiempo para rezar el Rosario
En cierta ocasión, un banquero que se había decidido a seguir a Dios acudió a un sacerdote para explicarle que, aun cuando él quería rezar el rosario, no encontraba tiempo en todo el día para hacerlo, pues sus obligaciones como director de un banco le tenían demasiado ocupado. El sacerdote le contestó:
— Dime una cosa, ¿tú comes todos los días?
— Sí, claro — le contestó el banquero
— ¿Y cuánto tiempo tardas en comer?
— Por lo menos media hora — respondió él.
— Muy bien — le contestó el sacerdote. Haz un cosa. Mañana, a la hora de comer, reza el rosario… y después ya me dirás si eres capaz de sacar tiempo el resto del día para comer.
Es normal que nos cueste un poco rezar el Rosario, pero debemos comprender que cuando Dios nos pide que lo recemos es porque eso es bueno para nosotros. ¡No querer rezar el Rosario es no querer nuestro propio bien!
Si un avión norteamericano, armado con una bomba atómica, se aproximase a nuestro hogar y amenazase con destruirlo… ¿no querríamos tener algo con qué defendernos? ¿Seríamos capaces de rechazar nuestra defensa teniéndola en la palma de la mano?
Pues lo mismo ocurre con el Rosario. Llevarlo siempre encima y rezarlo a diario es una protección para nosotros y para nuestras familias, hasta el punto de que el rezo de Rosario trae consigo numerosas gracias que la Virgen promete a quien lo rece devotamente.
Estas son las 15 promesas del Rosario.
Las 15 promesas del Rosario
1. Aquellos que recen con enorme fe el Rosario recibirán gracias especiales.
2.. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3.. El Rosario es un arma poderosa para no ir al infierno: destruye los vicios, disminuye los pecados y nos defiende de las herejías.
4.. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
5.. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré del purgatorio a a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos que propaguen mi Rosario serás asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mí al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesús Cristo.
15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.